Dirección de Proyectos

Un director de proyectos es la persona responsable de planificar, ejecutar y cerrar un proyecto exitosamente. Un director de proyectos es el encargado de liderar y coordinar a un equipo de trabajo, establecer objetivos claros, gestionar los recursos necesarios, asegurar el cumplimiento de plazos y presupuestos, mitigar riesgos y mantener una comunicación efectiva con los stakeholders del proyecto. 

La política como proyecto: reflexiones sobre la importancia de un gran equipo y diferentes tipos de proyectos en el campo político

Es sabido que para que una buena idea triunfe hace falta de un gran equipo para realizarla. Se llega más lejos acompañado, como menta el proverbio.

Pensar a la política como proyecto implica comprender que, aunque se piense en un trayecto personal, el campo de acción es colectivo. Se trata del mundo de la interacción entre personas. De la acción colectiva.

La política como proyecto, puede ser entonces un proyecto “privado” o del ámbito de la micropolítica.  O puede ser, en cambio, un proyecto que tiene arraigo en el mercado o la comunidad, que impacta a la sociedad, que involucra a la ciudadanía, o que moviliza al pueblo.

Pensar en un proyecto político es pensar en un esfuerzo organizado, para lograr un objetivo específico, en un tiempo preciso y de acuerdo a un presupuesto acotado.

Depende en que actor nos posicionemos vamos a tener diferentes tipos de proyectos.

Si partimos de las empresas (ya sean con fines de lucro o sean empresas coopeerativas), o las organizaciones sociales comunitarias que también son llamadas movimientos populares (en su versión más neoliberal aunque se hagan intentos por resignificar el término) podemos pensar proyectos de incidencia política, donde el objetivo es ejercer influencia sobre un objeto público, por lo general el estado en sus diferentes niveles de gobierno. 

Si partimos de la ciudadanía, también el objeto es influir, pero esta vez sobre los decisores o los funcionarios políticos. Sea provocando una decisión o decidiendo con autonomía, podemos pensar en proyectos de participación ciudadana.

Si partimos de los partidos políticos, tendremos proyectos competitivos electorales o campañas. Cuyo objeto es posicionar a un candidato, una plataforma y persuadir a los votantes a que los conozcan, se involucren y los elijan.

Otros actores que se constituyen en factores de poder, debido a su predominio cultural o a su poder de veto como son los sindicatos estatales o la iglesia, se involucran en diversos tipos de proyectos y tienen como objeto tanto al estado como a la ciudadanía.

Si nos posicionamos en los intelectuales o los periodistas y comunicadores, tendremos proyectos que tienen por objeto la opinión pública y pueden estar motivados por valores materiales e inmateriales.

Si nos posicionamos en el Gobierno, vamos a considerar proyectos de políticas públicas, cuyo objeto es la transformación de la realidad en un sentido, acotado, definido y configurado por múltiples variables.

Si nos posicionamos en el Estado, el objeto es el campo del poder en su conjunto, el proyecto estatal es siempre el proyecto de quienes lo detentan, pero las decisiones encuentran resistencias y acciones contrapuestas. Bob Jessop elabora un enfoque estrategico relacional para aboradar este complejo problema, porque el estado, al fin de cuentas ‘es una relación social’, y un proyecto político también lo es.

Cuándo las redes van en serio, los actores que las integran suelen buscar un grado mayor de institucionalización y emergen los proyectos de cooperación interinstitucional. Es el caso de los actores intermedios, sobre todo el de las universidades, los think tanks y los observatorios de política pública o de derechos, o incluso los gobiernos locales. El objeto suele ser un campo social en particular como por ejemplo el del trabajo, y un objetivo de la creación de las redes es generar una estructura de coordinación que permita administrar los recursos compartidos para lograr el alcance propuesto. Que por ejemplo, puede ser un caso de incidencia: un lobby en políticas públicas de empleo; un caso de implementación de política pública: como la creación de una red de oficinas de empleo; o un caso de proyecto de intervención social que apunta a transformar la matriz de poder de un territorio delimitado, o la respuesta global ante el caso de una pandemia que obligue a la innovación y la cooperación de maneras impensadas. 

Aquí merecen una mención especial los casos de integración en los que se proyecta la creación cámaras empresariales, sindicatos, o federaciones. Sí, nuevos sindicatos surgen y van a surgir. Los trabajadores de plataformas de repartos de pedidos o los teletrabajadores son claros ejemplos recientes.

Cuando sólos no alcanza (ni siquiera para los más grandes), aparece la necesidad de pensar en grande, porque la escala del proyecto lo demanda o porque la naturaleza del campo brinda oportunidades de financiamiento o porque intervienen actores extranacionales, se puede pensar en proyectos de cooperación internacional. Aquí el objeto suele ser el campo de la cooperación, y uno de sus obetivos es compartir conocimientos o capacidades: tecnología, financiamiento, capital humano, entre otros. Con muy variados alcances.

Cuándo los organismos internacionales se ponen (o nos hacen ponernos) la camiseta: políticas internacionales sostienen programas de acción que promueven la modificación benigna de ciertas coyunturas a través de proyectos de desarrollo. Que tienen como objeto apuntalar a las sociedades, mediante la promoción de capacidades estatales, valores, o determinadas símbologías.

Megaproyectos. Cuando los Estados se ponen la camiseta. Los proyectos de integración regional tienen por objeto superar los desequilibrios de poder en el escenario internacional, sus actores son Estados que alinean sus estrategias internacionales en orden a superar la dominación foránea, alcanzar un determinado umbral de poder que permita posicionarse de manera tal que las políticas internas de esos estados logren mayores grados de autonomía, y que sus políticas internacionales tengan más incidencia en el mundo. Los ejemplos más claros son UNASUR y MERCOSUR. 

Microproyectos. Cuando el Estado está ausente (o lo quieren sacar del medio): los proyectos comunitarios. Por lo general se trata de iniciativas de uno o varios promotores particulares que tienen un arraigo especial en sus comunidades que les permite liderar el cambio social en un determinado sentido. El objeto suele ser suplir las falencias del Estado cuando aquel no llega o directamente negarlo e impedir su llegada posicionándose en contra de la implementación de políticas, o la instalación de estructuras burocráticas. 

 ¿Se puede proyectizar la política?

Sí y no. ¿Cómo es esto? 

Se puede pensar en la política como un curso de acción que requiere de un actor que lo conduzca, y es esperable que existan por lo menos uno o varios otros actores interesados en aquel curso de acción que tengan la posibilidad de influir sobre el mismo. Esto requiere también sostener la autoridad de quien conduce el proyecto de política sobre las decisiones de dirección del proyecto, asumir una esperable y consiguiente obediencia de los subordinados, así como también la efectiva movilización de los recursos según el alcance proyectado en tiempo y forma.

Esta forma de pensar la política nos plantea tres restricciones racionales: los recursos, el alcance del proyecto, y el tiempo. Son las de todo proyecto. Los proyectos de política tienen,a demás, una restricción especifica: el capital político o poder efectivo.

Se puede pensar que proyectizar la política es siempre proyectizar una parte de un todo. La complejidad del fenómeno político escapa a cualquier intento de reducción desde cualquier mirada, cualquiera sea la metodología.

Es decir, que por fuera de la política como proyecto, existen ciertos factores ambientales que la afectan: la coyuntura política, que no es otra cosa que una palabra para referirse a las efectivas relaciones de poder en un determinado contexto histórico en un territorio delimitado, que dado el fenómeno de la globalización puede expandirse hasta amplitudes impensadas. O la cultura y las ideologías.

Otras restricciones provienen de una totalidad que puede ser denominada como “sistema político” o “estructura social”, como el capitalismo financiero internacional, por ejemplo, o las clases sociales; que no dejan de tener una historicidad y una dinámica propias como agregados colectivos cuyos supuestos varían dependiendo de la mirada ontológica y epistemológica que se adopte.

Un proyecto de política debe siempre priorizar una mirada integral del fenómeno que hará mandatoria la búsqueda de articulaciones teóricas y metodológicas.

El área de conocimiento de la integración de un proyecto de política es clave, porque es donde se definirá qué puede ser gestionado y en qué parámetros, así como también con qué indicadores nos vamos a mover para determinar si avanzamos, retrocedemos, o no nos movemos en absoluto. Un proyecto de política debe ser asignado a un politólogo o una politóloga, o al menos debe haber -como mínimo- alguien especializado en la disciplina en el equipo de dirección del proyecto. 

Dos enfoques aparecen como dignos de mencionar. El incrementalismo: que representa una mirada progresiva, con la dinámica de un proceso, donde la optimización es constante y actúa desde la mejora de lo existente. Y el racionalismo que determina un objetivo proyectado racionalmente ex ante y que actúa despojándose de lo innecesario y proyectando como novedad la acción. 

Pensar la política como proyecto requiere también partir de un ‘caso’, es decir una situación, problemática o problematizada, que representa una oportunidad o una necesidad para los promotores del proyecto. Este paso previo de análisis estratégico es necesario para dar lugar a la decisión de constituir el proyecto o no.

Como lo vimos, no toda la política es acción, ni puede ser reducida a los intereses de los sujetos, ni puede ser totalmente proyectizada. Algunas de estas consideraciones son adoptadas como supuestos del proyecto y analizadas al trabajar el área de conocimiento de riesgos. Pero nunca pueden ser soslayadas.

Tanto la política, como lo político, se cuelan en los proyectos de política para complicarnos la vida. Porque la política es un fenómeno complejo. Y la dimensión adversarial que adquiere lo político en las sociedades democráticas es un elemento que demanda de análisis especializados.

Entonces, ¿Se puede proyectizar la política? Sí, un poquito. Pero no toda. 

La ventaja está representada por los valores de economía y la previsibilidad, y por la ubicuidad que genera en las responsabilidades y las asignaciones de valores. También por la facilidad que brinda para evaluar resultados (una deuda pendiente de la política argentina).

La desventaja es la pérdida amplitud al no poder considerar con la relevancia que ameritan elementos como por ejemplo sujetos sociales o el límite a la autoridad, cuando los actores que ejecutan el proyecto no están subordinados al director de un proyecto de política o aquel no tiene la capacidad para persuadirlos a actuar. 

Tocando el escenario político: Los roles en los proyectos de política y su complejidad

En todo proyecto convergen múltiples actores que están llamados a desempeñar diferentes roles. Vale la pena, por lo menos, mencionarlos.  

Cuando hablamos de roles, miramos a la realidad como si fuera una obra de teatro donde cada uno tiene un papel que cumplir. Y las instrucciones sobre cómo debe cumplir ese papel se construyen desde por lo menos dos mecanismos. Desde las instituciones o estructuras sociales se “imponen” en parte sobre los actores, y los actores tienen en parte un margen de libertad en el cual no estan sujetos o  restringidos a algún mandato social, o se pueden mover dentro de un parámetro establecido por la totalidad.

Los roles que ocupan los actores en los proyectos de política son dinámicos y  a veces se superponen. Pero se pueden distinguir por lo menos cuatro diferentes.

La persona que patrocina el proyecto. Por lo general es a quien decimos ser el “dueño” del proyecto. Es quien posee la decisión de iniciarlo o no, o por lo menos ejerce una gran influencia en ella. Es también la persona que aporta algunos recursos para poner en movimiento el proyecto. En los proyectos de política encontramos patrocinadores de ambos tipos: económicos y políticos. Están aquellos que ostentan un grado de legitimidad en la sociedad o un  cargo que les autoriza a iniciarlos dentro de la administración pública y que aportan la legitimidad. O aquellos que aportan los recursos financieros. Los patrocinadores son sujetos que tienen un alto interés en el proyecto, también son relevantes al observar las decisiones sobre otros roles: por ejemplo en la elección del director del proyecto o del equipo de proyecto, o por ejemplo en la definición de los beneficiarios del proyecto, en la selección de una determinada dotación de capital humano, o en el la definición del alcance del proyecto. A veces, se yuxtapone con el rol de gerente de proyectos en las empresas.

El rol del director del proyecto se explica por sí mismo. Es la persona con los conocimientos técnicos  sobre una metodología de dirección de proyectos y los conocimientos esenciales del campo en el que se va a proyectar. Tiene influencia en la elección del equipo del proyecto. Si realiza una ética acorde a las buenas prácticas no tiene un interés en el proyecto, més bien su interés es el proyecto. Es quien concentra las decisiones últimas sobre el ciclo del vida del proyecto. A él se le atribuye la responsabilidad última por las decisiones planificadas e implementadas. 

El equipo de proyecto es un conjunto de personas que en coordinación con el director de proyecto colaboran en aquellos procesos de dirección de proyectos. Muchas veces las decisiones son tomadas de forma participativa y democrática, pero la última palabra la tiene siempre el director del proyecto.

Los stakeholders o interesados, son personas que tiene interés e influencia en el proyecto. Por lo general son externos al proyecto y su gestión involucra toda una serie de procesos propios de un área de conocimiento específica. El profesor Ed Freeman, de la escuela de negocios Darden de la Universidad de Virginia de los Estados Unidos es el autor de esta teoría.

Los beneficiarios. Son sujetos externos al proyecto, personas o colectivos, que serán beneficiadas por los entregables del proyecto. Es decir por los bienes o servicios que éste crea o pone a funcionar.

Los beneficiados. Es aquella o aquellas personas que se apropian del hecho social de que el proyecto haya concluido, o exista, por lo general se da una fuerte disputa comunicacional para enmarcar el lo realizado dentro de un relato, es quien dice “yo hice esto en beneficio de…”. Son quienes quieren llevarse el crédito o el rédito político. Aquí cabría toda una discusión ética acerca de quienes deben acreditarse un proyecto de gestión pública. 

Para cerrar hay que decir que estos roles se confunden en los proyectos de política por la falta de profesionalización de la política y la necesidad que sienten los promotores de “estar en todo”, es decir su incapacidad para delegar.

Está en cada uno saber si proyecta para la gente o para la foto, y con qué nivel de seriedad y compromiso va a involucrarse en un proyecto de política.